La Discapacidad.

Sin duda, definir el concepto de discapacidad es algo que a lo largo de mi carrera, más trabajo me ha costado, pues hay en juego un sinfín de circunstancias que pueden hacer variar el concepto, empezando con cuál es el término correcto que debemos usar.

Todos sabemos las largas discusiones que se tienen en cuanto a cuál es la forma correcta de decir “discapacidad”, personas con necesidades especiales, personas con habilidades diferentes etc.

Desde este punto nos damos cuenta lo interesante pero aun confuso que para muchas personas (incluso los terapeutas) puede llegar a ser nombrar correctamente la discapacidad.

Enfocándonos en la visión social

Soy un fiel creyente que las personas y la sociedad no somos “malos” (por usar un término), la razón por la cual, muchas personas aparentan NO ser empáticas, sensibles o incluyentes, es por la falta de conocimiento, información y educación que tenemos sobre todo lo que hay alrededor de la discapacidad.

Estoy convencido que lo que nos falta para llevar a cabo una inclusión asertiva es educar, educar y seguir educando a la sociedad, la gente no está familiarizada con todos los trasfondos y por ende al momento de enfrentarse a algo desconocido (personas con discapacidad) puede provocar miedos e inseguridades, y por eso, quizá, cuando tienen enfrente a una persona con algún trastorno, síndrome o problema de neurodesarrollo, prefieren alejarse antes de sentirse vulnerables o hacer un acercamiento incorrecto.

En nuestras manos tenemos la gran oportunidad de aportar, de aportar conocimiento de trasmitirle al otro que el trato hacia una persona sorda, con autismo, con parálisis cerebral, con síndrome de Down etc, debe de ser igualitario, sin hacer ninguna diferencia, debe de ser con las mismas formas con las que nos relacionamos con alguien sin discapacidad.

Socialmente, el cambio comenzará cuando el otro pueda mirar a los ojos a una persona con autismo, por ejemplo, y entender que sus habilidades son el centro para su mejor desarrollo e inclusión en todos los ámbitos de su vida, pero sobre todo, que pueda mirarlo con empatía, porque si llegamos a esto, brindar apoyos y romper barreras será mucho más sencillo.

Analizando mi entorno, principalmente a mi familia y amigos, tengo la suerte que hemos tenido directamente personas con discapacidad intelectual tanto en la familia como en la escuela, por esa razón, crecimos con la idea de que todos somos iguales y que todos tenemos algo que aportar.

Por ejemplo, desde primero de primaria hasta que terminé la secundaria, tuve la suerte de tener a una amiga sorda, su ejemplo fue sin duda, un gran enriquecimiento como personas, para cada uno de los que tuvimos la suerte de estudiar a su lado, ella aprendió tanto de nosotros, pero nosotros aprendimos mucho más de ella.

INCLUSION

La inclusión en el aula siempre fue de manera natural, sus adaptaciones fueron muy bien manejadas que nosotros casi no las percibíamos o cuando sí, nosotros lo veíamos muy normal.

En mi familia, como bien lo dicen varios de mis compañeros, la brecha generacional sí es una barrera con los más grandes, con ellos, hay que tomarse más tiempo para explicarles y abrirles el panorama, hoy en día, las nuevas generaciones afortunadamente tienen más herramientas y más información que generaciones pasadas, y eso provoca que la inclusión tenga más caminos por donde desarrollarse.

Tengo 2 hijas y algo que me gusta mucho hacer con ellas, es llevarlas al consultorio cuando se puede, o a las actividades deportivas que tengo con niños con autismo, me gusta observar lo que estas experiencias generan para todos y como el crecimiento y aprendizaje es de ida y vuelta. 

Vivir en un ambiente inclusivo, siempre tendrá beneficios para la persona con discapacidad y también generará muchísimos aprendizajes para los que no la tienen.

Por esta razón, soy un fiel creyente que incluirlos en las escuelas, trabajos, deportes, etc. siempre tendrá vivencias y aprendizajes muy positivos para todos.

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